PAU VERGARA: Si alguien hace cinco meses hubiera apostado por el éxito de David Broncano en TVE, probablemente estaría disfrutando ahora de una cena pagada en el restaurante más caro de su ciudad, brindando por la hazaña. Porque lo que ha logrado La Revuelta es uno de esos milagros que ni los expertos más sesudos del panorama audiovisual hubieran visto venir: hacer que los jóvenes vuelvan a la televisión pública. Sí, esos mismos que habían emigrado a las plataformas, dejando el mando de la tele a sus abuelos y resignándose a no saber qué era la “botonera” de La 1.
Con cuotas de pantalla entre el 17% y el 19%, y con casi 16 millones de espectadores que han caído en sus redes en algún momento, Broncano ha logrado lo que parecía imposible: poner a reír a toda una nación sin necesidad de grandes pirotecnias, discursos políticos ni apocalipsis. Porque La Revuelta ha llegado para demostrar que todavía hay vida en la televisión pública. Y, vaya, qué vida.
Imagínate esto: es lunes por la noche, vienes arrastrando los pies de un día largo, y lo único que quieres es que la tele no te dé sermones, ni te recuerde que el mundo está hecho un lío. De repente, aparece Broncano en La Revuelta, con su cara de “esto va a ser un desmadre controlado”, y lo siguiente que sabes es que estás riéndote como hacía tiempo no lo hacías con un programa en abierto.
¿El truco? Muy sencillo: humor irreverente, sin pretensiones y con un toque de locura. Broncano no vino a salvar a TVE con grandes discursos, vino a hacer lo que mejor sabe: reírse de todo y de todos, empezando por él mismo. Porque en un mundo donde todo parece tomarse demasiado en serio, La Revuelta ha recordado a los espectadores que a veces lo que necesitas es simplemente un programa que no te trate como si estuvieras en un mitin político.
Muchos creían que la televisión pública estaba destinada a un suave descenso hacia la obsolescencia, algo así como ese pariente que se queda dormido en la sobremesa de Navidad. Pero, oh sorpresa, llega Broncano con su frescura y convierte La 1 en el sitio donde pasa algo interesante. No solo ha duplicado la audiencia de temporadas anteriores, sino que ha logrado lo que parecía aún más difícil: atraer a la generación que no sabía que TVE seguía existiendo.
¿El secreto? La Revuelta no es otra fórmula rebozada en tópicos trillados. Aquí no hay charlas trascendentales ni monólogos sobre la situación del mundo. Hay chistes absurdos, entrevistas impredecibles y ese toque de “¿qué acaba de pasar?” que mantiene a los espectadores pegados a la pantalla.
En tiempos en los que encender la televisión es casi sinónimo de recibir una sobredosis de malas noticias o discusiones que parecen salir de un episodio de telenovela, La Revuelta llega como un bálsamo para los corazones cansados. Aquí no hay agendas políticas escondidas, ni ataques a diestra y siniestra. De hecho, cuando se supo que Broncano llegaba a TVE, los rumores corrieron como pólvora: que si Pedro Sánchez lo había fichado personalmente, que si era un arma secreta del gobierno… Pero Broncano, en su primer programa, se dedicó a hacer lo que mejor sabe: desarmar a los críticos con humor. Ni trinchera ideológica, ni sillas volando por los aires: solo bromas inteligentes y desenfadadas.
Porque si algo ha demostrado el éxito de La Revuelta es que reírse es más efectivo que gritar, y que la mayoría de los espectadores prefieren un buen chiste absurdo a otro debate acalorado sobre la política del momento.
El Público Joven Vuelve a Casa (o, Bueno, a TVE)
Uno de los aspectos más sorprendentes de La Revuelta ha sido la capacidad de recuperar a la audiencia joven. Más de un tercio de su público tiene menos de 45 años, y eso, para una cadena pública, es como descubrir oro en el jardín de tu casa. Broncano ha logrado que quienes se habían mudado a Netflix, HBO, o dondequiera que se escondan los millennials, regresen a la televisión de toda la vida, al menos por una hora. Y lo hace sin traicionar su estilo, el mismo con el que triunfó en La Resistencia: humor absurdo, entrevistas desconcertantes y esa sensación de que, en cualquier momento, todo podría descontrolarse. Claro, no todos están encantados con Broncano. La política interna de RTVE se sacudió cuando se filtró que había consejeros que se oponían al fichaje del cómico. Hubo reuniones, desencuentros y hasta una destitución por el camino. Pero aquí estamos: con La Revuelta rompiendo audímetros y demostrando que la innovación es el camino para salvar a la televisión pública. Porque el éxito de este programa no es solo una buena noticia para quienes disfrutan de su humor, sino también para la propia RTVE, que necesita reconectar con un público que se había cansado de sus propuestas.
La Revuelta ha logrado lo que parecía imposible: hacer reír en un mundo donde el ruido y las disputas parecen no dar tregua. Con su estilo irreverente y absurdo, David Broncano ha demostrado que todavía hay espacio en la televisión pública para el entretenimiento genuino, el humor sin pretensiones y, sobre todo, para la risa como antídoto al cansancio cotidiano.
Así que, si eres de esos que buscan irse a la cama con una sonrisa, sin preocuparse de quién grita más fuerte en las redes o en los platós, ya sabes dónde sintonizar. Porque Broncano ha vuelto, y no solo para revolucionar TVE, sino para recordarnos que, en medio de tanto caos, todavía hay tiempo para reírse a carcajadas.