ABELARDO MUÑOZ: Se palpaba una atmósfera de disidencia y de espíritu crítico en la abarrotada sala, en el último día de la Fira. Militantes del PSPV, veteranos y jóvenes, simpatizantes, gente de izquierda bastante inquieta, se aprestaba a escuchar a los autores del libro Socialistas ahora, Militancia y discurso, una serie de artículos y ensayos de Pepe Reig y Francisco Sanz, publicados por El Petit Editor en su colección Underground. “Un libro de circunstancias”, al decir del prologuista, el profesor Justo Serna. “Textos que fueron coyunturales y que en un momento superan el contexto. Con objeto de pensar un partido que no obstruya a sus militantes”.
Joan del Alcázar, que ha escrito el epílogo del libro, recordó como el Sanz, “un militante de los de antes”, fue apartado del comité político del partido en su momento, por carecer del perfil de “los profesionales en nómina, hombres y mujeres que deben su salario a su aquiescencia con la organización. Un lugar donde no interesa lo que se piensa sino que se cumplan las órdenes”. Por su parte, Pepe Reig sustanció el asunto con estas palabras: “Una militancia que no resuelve ideas ya no sirve. Se trata de impulsar procesos de ideación para resolver problemas nuevos. ¿Qué hemos estado escribiendo en esos artículos? Dilemas de la militancia en un partido de izquierdas”. Los autores mostraron sus simpatías por Pedro Sánchez. “Somos militantes del sector crítico”, continuó Reig, “El tipo de militante que se define no por su papel dentro del partido sino por su preocupación por lo que sucede fuera. Queremos militantes vinculados a fenómenos que suceden fuera del universo partidista. Esa clase de militante no es un trepador, porque sus prioridades están en la calle, en la gente. Militantes, en definitiva, vinculados a los movimientos sociales”.
Era refrescante escuchar un discurso tan prometedor y que se enfrenta al anquilosamiento y a la “caspa” política del bipartidismo. Reig y Sanz enfrentan la militancia práctica frente a la del discurso. Como si reivindicaran aquellos viejos tiempos de militancia “vintage” de la Transición, en la que se ponía más pasión que interés personal y en la que aun no se habían consolidado los aparatos burocráticos de los partidos de izquierda. “Solo sirve la militancia vigilante para no convertir el partido en un aparato con intereses propios. De todas formas, siempre habrá tensión entre militantes y partido”.
“¿Cómo es posible que gobierne la derecha en este país?”, tronó Francisco Sanz, tras su barba a lo Trotsky, y la audiencia se removió inquieta y expectante en sus apretados asientos. El veterano intelectual y militante socialista no se cortó ni un pelo, al recordar los orígenes de muchos activos socialistas: “Venimos de una tradición política comunista”. Algo que recuerda que a partir del 82, la joven sangre comunista, desencantada de su propio partido, nutrió de savia el andamiaje de la socialdemocracia española, metiéndose en masa en el entonces nuevo PSOE.
Y la determinación autocrítica de los autores continuó: “Y cuando un partido descabeza a su secretario general, y lo inhabilita para la política, es que ese partido está a los pies de los caballos”. Sanz señaló la necesidad de “crear un vínculo de izquierda, militante y no militante, para crear una base social porque el potencial de la izquierda está en la disparidad”. Con sarcasmo añadió “¿Y los jóvenes? Míralos, se están organizando. Y patólogos de los partido señalan ahora que los partidos jóvenes envejecen muy rápidamente”, en clara alusión a Podemos. “En realidad me siento cada vez más de izquierdas y menos de partido”, concluyó. Hubo verdadera euforia entre la audiencia, estimulada en ideas y perspectivas, tanto entre los militantes “genéticos” como entre los meros compañeros de viaje.
FOTO: García Poveda