Cartelera Turia

¡QUÉ “TROVATORE” EL DE AQUELLA NOCHE! IL TROVATORE, DE Giuseppe Verdi.- Palau de les Arts

ENRIQUE HERRERAS: Me hubiera gustado titular esta crítica “Una noche en la ópera”. Pero es, evidente, poco original. No obstante, ese título estuvo presente en la representación de esta ópera en el Palau de les Arts, porque está unida a las delirantes escenas del film de los Hermanos Marx (dirigido por San Wood). Justamente, el trabajo escénico de Àlex Ollé (uno de los reconocidos directores la Fura del Baus) ha sido todo lo contrario. Ha buscado y rebuscado la manera de hacer digerible un libreto indigesto (Salvatore Cammarano). La cuestión era dejar lucir la gran inspiración melódica de Verdi, al unísono de una bien perfilada y razonada puesta en escena de un Ollé ya lejos de los que hace años denominé la Fura domada. La laboriosidad lóbrega de la guerra es la base no sólo para solucionar un libreto sin solución, sino que también ayuda a fortificar y revelar las pugnas romántico-psicológicas de los personajes que se debaten entre máscaras de gas y hábitos de monja (blancos).

Es indudable que el clímax conseguido conlleva un elaborado trabajo de dramaturgia, bello en recursos, y aderezada por una escenografía firmada por Alfons Flores (minimalista y al mismo tiempo barroca) frente al grácil producto italiano. Lo más aplaudible: su recurso a la Primera Guerra Mundial no sólo no alteraba ni la oscurecida la trama, sino al contrario, esta se desarrollaba con una sorprendente claridad.

Unos cubos que subían y bajaban y una luz siempre radiante (Urs Schönebaum), daban el tono requerido en cada escena, hasta el último momento, el de las muertes trágicas. Una luz que parecía recién salida de un bombardeo, alumbró esos instantes dominados por una atmósfera de trincheras, la que acompañaba, o mejor, acompasaba la composición perteneciente al triángulo mágico del compositor italiano.

La intemporalidad lograda no es apta para puristas, ya que, por ejemplo, la alegría de los gitanos se convierte en tristeza de un cementerio. La dirección de actores fue correcta, pero sobresalientes los movimientos corales pues ayudaban estos al, repito, laborioso espacio escénico.

El aspecto musical de los intérpretes fue satisfactorio en su conjunto. Y ello a pesar de algunos cambios que se han producido, como el hecho de que Artur Rucinski había sido sustituido por el barítono Lucas Meachem por motivo de salud del primero. He ahí el elenco y sus agraciados resultados: la soprano Olga Maslova (Leonora) puso en bandeja unas maneras vocales   y notable técnica en armonía con el trabajo interpretativo. Antonio Poli (Mauricio) deleitó con su pulcro timbre de tenor lítico (notable proyección). No obstante, fue algo parco en registros para un papel que pedía más matices.  Ekaterina Semenchuk (Azucena) puso pasión y coraje a su personaje, redondeado por una voz muy efectiva y afectiva.  Lucas Meachem (Luna) salió muy airoso tanto vocal como interpretativamente: temple y mesura. Y Adolfo Corrado (Ferrando) subió a la palestra una voz ardorosa y circundante.

A todo ello se une la experimentada batuta de Maurizio Benini: solemne y viva, y tan precisa que situaba a la partitura al calibre o rango que le corresponde. Tanto la Orquesta como Cor de la Generalitat entusiasmaron. Más madera, por volver a los Marx, es lo que se puso en la grandeur de la sala Principal del Palau de les Arts. Más madera, sí: ¡qué “trovatore”  el de aquella noche! Y sin los Marx.

¡QUÉ “TROVATORE” EL DE AQUELLA NOCHE! IL TROVATORE, DE Giuseppe Verdi.- Palau de les Arts

LA CULTURA DE L´ESMORZAR DE PACO ALONSO

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