Cartelera Turia

SALVEM LES FOTOS

ANNA ENGUIX: Las catástrofes naturales siempre nos dejan con esa sensación amarga de pérdida irremediable. Las casas, los muebles, los árboles caídos… todo parece reemplazable hasta que uno piensa en lo que no tiene precio: las fotos, los recuerdos. Ahí está el verdadero golpe. Ese archivo visual de vidas que no se repiten, de historias que un día fueron y que, de repente, quedan enterradas en barro. Por eso, cuando oí hablar del proyecto Salvem les fotos, no dudé ni un segundo en unirme como voluntaria. Sobre todo, porque más allá de la recuperación o de la restauración de las fotos; Salvem les fotos es un acto de amor por la historia personal y colectiva de las personas afectadas.

La idea nació en la Universitat de València, gracias a Alejandra Nieto, restauradora experta en fotografía. Su propuesta inicial, que parecía modesta, ha crecido hasta convertirse en una red colaborativa que incluye a las cinco universidades de la Comunitat Valenciana, L’ETNO, el Museo de la Diputación de València, el GE-IIC, y el Museo de l’Horta Sud. Esta unión de instituciones no solo aporta recursos técnicos y humanos, sino que también simboliza un compromiso colectivo con la memoria visual de los pueblos valencianos. María Luisa Vázquez, una de las voces clave del proyecto, lo explica con pasión: Pedimos que no se tiren ni fotos ni álbumes”. Este llamamiento es crucial, porque muchas de las fotografías dañadas aún pueden salvarse aunque a primera vista parezcan papel mojado. Las imágenes que rescatan no solo son instantáneas familiares; son fragmentos de la historia de cada una, piezas irremplazables de un rompecabezas colectivo. De hecho, cualquier persona que se acerque a alguno de los laboratorios de campaña verá que el trabajo que se está llevando a cabo es formidable. Y digo formidable porque no hay otra palabra para describir la minuciosidad con la que se trata cada foto. A veces llegan como pedazos de algo que solía ser importante, cubiertas de barro, apenas distinguibles, y aun así no se da por perdida ninguna. Se lavan con cuidado extremo, se secan para que el agua no se lleve lo poco que queda, y se hace todo con esa mezcla de urgencia y cariño que solo tienen las cosas importantes, cada foto, con su correspondiente proceso.

Pero no es solo la cantidad de fotos –entre 70.000 y 80.000, nada menos, más las que vendrán– lo que impresiona. Es la voluntad de la gente por salvarlas. Porque cuando entregan una imagen, lo que entregan no es un trozo de papel, es un trozo de su vida. Esa foto que ni miraban todos los días, pero que les hacía sentir que había un “antes” al que volver. No se trata solo de recuperar imágenes, sino de devolver a las personas un pedazo de su identidad, especialmente en un contexto de pérdida y desarraigo.

En definitiva, las catástrofes han sacudido nuestro patrimonio desde siempre, claro, pero la diferencia ahora es que tenemos las herramientas para responder, para resistir. Y aquí, en pleno barro, en pleno caos, lo estamos haciendo. Porque esta no es solo una lucha por las fotos. Es una lucha por no perder quiénes somos. El proyecto necesita más manos y más fotografías para salvar. Las personas interesadas en colaborar o entregar fotos dañadas pueden escribir a los buzones de comunicación patrimoni.cultural@uv.es o restauracion@upv.es, o llamar al 686788721. Cada aportación cuenta, porque detrás de cada foto hay una historia esperando ser contada de nuevo.

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