WILL SÁEZ: Obsesionado por intentar mezclar acción y comedia cueste lo que cueste, David Leitch reaparece para tratar de devolver a la vida a una serie de televisión ochentera que, con total seguridad, nadie había pedido que resucitara. El resultado, para sorpresa de nadie, es incluso peor de lo que debería ser.
El filme, nos presenta a un doble de acción que, tras sufrir una aparatosa lesión durante un rodaje, decide retirarse del mundo del espectáculo. Sin embargo, se verá inmerso en un peligroso proyecto que no podrá rechazar.
Como ya le sucedió con Bullet Train, Leitch se pone al mando de un anfetamínico espectáculo que termina siendo un auténtico dolor de cabeza para cualquier espectador cuerdo. El guionista Drew Pearce, esboza una historia sin ningún sentido para lucimiento de dos estrellas que no se compenetran en lo más mínimo, y que no parecen saber qué tienen que hacer en ningún momento del metraje. Es un festival de pirotecnia cutre y chistes sin gracia, que compone el manual perfecto sobre cómo hacer una película absurda y que, aun así, se pierda en su maraña de sandeces y se dé demasiada importancia. Un auténtico espanto de más de dos horas de duración que hará que el espectador busque la salida más próxima a los pocos minutos. Nulo interés.