Cartelera Turia

(3) LOS DESTELLOS, de Pilar Palomero. La luz de la vida.

JAVIER BERGANZA: Hace unas días estaba tumbado en mi habitación. Cerré el libro de Bakunin y apagué el tocadiscos para dejar de escuchar a Mozart y poder concentrarme viendo algunos reels de perretes en Instagram. Justo entonces, un coro celestial llenó la habitación. El sonido provenía de todas partes. Una luz cálida me cegó durante unos segundos y, desde el techo, la figura de Pilar Palomero, con una sonrisa monolisesca, apareció y descendió grácilmente, rodeada de un grupo de ángeles tocando la bandurria. Me miró y sin dejar de sonreír, dijo: “Dentro de poco estreno peli nueva.”.  Me levanté de mi cama y esperé en la puerta de los Cines Lys a que abrieran, como los norteamericanos en las rebajas. Puede que tuviera las expectativas un pelín altas.

La peli arranca con calma, como de costumbre en Pilar. Planos largos, subexposición, silencios. Conocemos a Isabel (Patricia López Arnaiz) y a Madalen (Marina Guerola), su hija. Y no tarda en presentarnos su conflicto. Aquí cualquier director de poca monta (yo) elegiría un plano cerrado frontal, quizá con un pequeño escorzo. Pilar, que de esto sabe bastante más, hace planos dorsales con un montaje seco y sin referencia de la escucha. Y yo me empiezo a emocionar y me coloco bien en la silla. Esto promete.

La trama es tan mundana y común como emocionante. Isabel, madre separada, se enfrenta a la enfermedad de su ex-marido, y a la necesidad de su hija de vivir sus últimos días en familia. Pilar Palomero vuelve a conseguir esa cosa tan dificil (y que tantas veces ha hecho ya) de convertir una ficción en casi un documental. La historia es tan sencilla que abraza la realidad y no se despega. Uno sale de la sala creyendo conocer al dedillo a los personajes, entendiendo sus miedos, sus ansiedades y el desequilibrio de una postura difícil que es golpeada en los amarres por las dudas constantes.

Patricia López Arnaiz borda otra vez el personaje. El ejercicio de interpretación es maravilloso. Los cambios están en sus miradas, en pequeños gestos. La incomodidad de tener que revivir situaciones que ya ha superado. De volver al pasado de una forma casi física. Y de volver a acostumbrarse y a llenarse de luz gracias a la sonrisa de su hija.

Una película sobre cuando el amor se agota. Sobre la maternidad en otro ámbito más de la vida. Sobre abandonar la vida con elegancia y rodeado de los que han firmado los capítulos más importantes de tu historia.

Pilar Palomero vuelve a demostrar que es una de las directoras con más talento del panorama actual. Esta es su tercera película, y estoy seguro de que volverá a recoger premios. Aunque esto, en realidad, es lo de menos. Lo que importa es que el futuro de Pilar (y del cine español con ella) tiene mucho camino por delante.

Háganse un favor, vayan a verla.

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