Cartelera Turia

BITÁCORA DE VUELO IV: DESAYUNO EN SÍDNEY

DOLORS LÓPEZ: Abro los ojos a un rayo de sol que da por inaugurado el sábado. Anoche olvidé cerrar la cortina opaca de la ventana. Me lamento a medias porque tendré un rato más para desayunar tranquila.

He dormido poco, las noticias tenebrosas me alcanzan estos días.

El sol tibio de este invierno templado dibuja los contornos de una línea de casas victorianas pintadas con colores distintos. Todas tienen un pequeño jardín y me sonríen desde la acera de enfrente invitándome a la vida.

Salgo a respirar un aire nuevo para mí.

Desde que inicié el viaje en Melbourne, mi olfato se ha intensificado. Australia huele bien. No conocía testimonios del intenso aroma de flores y árboles a lo largo de la costa este, o del perfume que desprenden los arbustos del desierto de Ayers Rock.

Caminar por la selva tropical, la más antigua del planeta, despierta todos los sentidos de una forma desmesurada. Literalmente, es recorrer un planeta desconocido. O entrar en una dimensión desconocida de este planeta. Entre manglares feraces henchidos de lianas y helechos aparecen cedros y robles que esparcen su peculiar esencia. Extraordinario.

Camino calle abajo buscando un sitio francés para desayunar recomendado en un blog de viajes que visito de vez en cuando.

A mi paso se suceden las lavanderías y, sobre todo, los centros de masajes. Nunca había visitado un país con un número tan elevado de salas para el cuidado corporal.

El ritmo es pausado en esta gran ciudad. Mis oídos europeos registran una tregua acústica sanadora. Las aves consiguen ser oídas entre el tráfico humanizado del puerto y las avenidas. En Sídney también los pájaros tienen voz.

En Afganistán las mujeres no tienen voz. El horror más abyecto las ha enmudecido.

Negar la voz de las mujeres afganas en el ámbito público es negar su existencia. Es arrebatar nuevamente los derechos humanos a esta parte doliente de la humanidad. La palabra muestra y nos muestra.

Poner palabras a las ideas y emociones es crear la realidad y expresarla.

La palabra pública nos permite formar parte de la comunidad, es nuestro puente comunicativo por el que accedemos a ser reconocidas, queridas y valoradas. A ocupar nuestro lugar en el sitio de las cosas, como diría Mary Oliver.

A sentirnos parte esencial de la sociedad que construimos entre todas las personas.

¿Qué nos está pasando que asistimos a este nuevo ataque de salvajismo contra las mujeres de nuestra especie sin que hagamos nada? Vemos cómo una atrocidad se suma a la anterior y la supera sin que tratemos de impedir esta brutalidad cruel.

Decido escribir este artículo en vuestro nombre y por vosotras, hermanas, mientras tomo sorbos de café con sabor a las lágrimas que no voy a reprimir.

BITÁCORA DE VUELO IV: DESAYUNO EN SÍDNEY

BIELSA, EL PAGE VALENCIANO

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