Un cruel asesinato, casi una anécdota en un mar de atentados y delitos a los que el detective de policía Noredin tiene que enfrentarse demasiado a menudo. De fondo, una sociedad egipcia que se mueve, que intenta cambiar, aunque lenta y torpemente, y avanzar hacia una modernidad para la que no están preparados.
El Cairo confidencial -The Nile Hilton Incident en el título original- es un thriller cuyo perturbado protagonista demuestra de nuevo que cuando se toma la justicia por su propia mano es la causa y -a veces, paradójicamente-, la solución de los problemas. La caótica ciudad de El Cairo como escenario funciona como un actor secundario, pues no se entendería el contexto en el que el director nos pone si no fuera por encontrarnos en el dónde y cuándo, en Egipto en los albores de la primavera árabe que se inició allá por el 2011. Una película que quiere retratar a todo un pueblo, y lo hace de la mano de su paisano de origen Talik Sareh, que aunque de producción y sello noruego, escribe su particular denuncia encubierta en un relato estilo CSI en el que se investiga el misterioso asesinato de una mujer en un hotel de lujo.
Este es un thriller donde los elementos y códigos del género se ejecutan sutilmente en contadas ocasiones, así como la intriga, la acción, los personajes oscuros y su mísera manera de comportarse. Corrupción, chantajes y asesinatos a sangre fría se suceden de tapadillo cuando de políticos y personas de alto nivel se trata. Sareh narra todo esto con buen pulso, aunque en ocasiones pierda fuerza y la realización resulte muy monótona –ni en los momentos de mayor acción hay movimiento, ni se escucha música-. Parece más preocupado en el relato político que quiere mostrarnos y no se molesta mucho en las filigranas artísticas.
Mejor película internacional en el festival de Sundance y Espiga de Oro al mejor film en la pasada edición de la Seminci de Valladolid, El Cairo confidencial es una apuesta arriesgada y diferente, que modifica la manera de hacer de un género que apuesta por el entretenimiento pero aquí, sin estridencias ni sobresaltos, su autor quiere contarnos mucho más.