XIMO CÁDIZ: Ha coincidido el estreno de Emilia Pérez y la polémica victoria de las de siempre en el congreso del PSOE para imponer su incomprensión de la realidad de las personas trans y cualquier expresión que no encaje en sus planteamientos reduccionistas. Es triste que algunas se alegren de eliminar la Q y el + cuando ya se asumen por la ONU, la OMS o Amnistía Internacional. Sobre la participación de mujeres trans en el deporte se les olvida que también hay hombres trans y que cada federación tiene sus criterios sobre ventajas competitivas.
Como decía, en El País, Mariam Martínez Bascuñán, es terrible que un sector del feminismo demonice a la pensadora Judith Butler para atribuirle en un totum revolutum diabólico los vientres de alquiler, la prostitución, la corrupción de menores y un supuesto borrado de las mujeres (que no ha sucedido). Si hubiera respeto intelectual y curiosidad por conocer las vidas de esas personas (a las que siguen machacando a la más mínima oportunidad), tal vez, como escribía Toni Poveda en Eldiario.es “los movimientos progresistas, feministas y LGTBIQ+ se
encuentren y fortalezcan” para “construir un futuro inclusivo, donde cada persona tenga el derecho a ser quien es, sin miedo a represalias ni discriminación”. En esos mismos días, el Senado acogía una cumbre ultra: antiabortismo, cárcel para homosexuales y, de paso, recuperar el creacionismo frente a la evolución (Darwin ha muerto). Esa es la amenaza real, Judith Butler no.
Ahora unas recomendaciones para reflexionar, sin dogmatismos. Clara Serra publicó El sentido de consentir, que a partir de la legislación del sí es sí, analiza las bases filosóficas del debate del feminismo desde hace décadas: las relaciones de poder, el contexto de las relaciones sexuales, el punitivismo, la gestión del placer y el deseo, el riesgo y la violencia. Es muy interesante. Elizabeth Duval, en Después de lo trans repasa las discusiones sobre sexo y género que tratan de contraponer las identidades y clases sociales. Su respuesta a los planteamientos de Daniel Bernabé (autor de La trampa de la diversidad) y de Paul B. Preciado son muy sugerentes. Carla Antonelli cuenta en La mujer volcán su vida y ya advierto que no es un cuento de hadas. Y Alana Portero, con La mala costumbre, escribe una historia poderosa y delicada, de descubrimiento, de afirmación, de sufrimiento, de amor, de amor a ella misma, a su familia, a su clase social, a su barrio.
Empecemos 2025 con ánimo de recomponer fuerzas, lo vamos a necesitar.