Tras Kong: La isla calavera y Godzilla: El rey de los monstruos llega el estreno que enfrenta a dos bestias icónicas a las que el séptimo arte ha dado vida en numerosas ocasiones y consolidado en el imaginario colectivo. Nada destaca en este mero producto de entretenimiento y consumo rápido, donde lo único que parece importar es ver cuál de los dos colosos se corona como vencedor. Un pique que recuerda, sin ir más lejos, al generado por Batman v Superman: El amanecer de la justicia que, por cierto, guarda ciertos paralelismos con esta Godzilla vs. Kong en lo que respecta a su predecible desarrollo narrativo. El resultado es una película repleta de ruido -mucho ruido- motivado por los inagotables gritos de ambos monstruos, innumerables explosiones y demás elementos sonoros propios de este cóctel de caos y destrucción con riesgo de provocar algún que otro dolor de cabeza. Solo los amantes de la acción sin ton ni son y los muy fans de Kong o Godzilla -entre ellos los chiquillos con sus muñecos incluidos- podrán encontrar algo de disfrute en este despropósito saturado de efectos especiales y aderezado con absurdas tramas de humanos que a nadie importan. Verla es perder el tiempo; perdérsela una victoria.