INMA GARÍN: Primero suspendí un viaje a Barcelona para el pasado día 13. Después cancelaron las funciones del Teatre Nacional de Caralunya. Tenía una entrada para “Justícia”, la última que quedaba sin vender. Al día siguiente cuando fui a Consum -tenía la nevera vacía debido al viaje- tras esperar 45 minutos en la acera para poder entrar al super, no quedaba legía. Horror. Pánico. Ya estaba dentro de una película distópica. Tras el desconcierto de los primeros días, se cerraron todos los teatros, incluso los pequeños. Muchos espectáculos que se tenían que estrenar después de Fallas, como por ejemplo “La ciudad de escarcha”, de Crit Inestable), o “Lo callado”, de Begoña Tena con Pilar Martínez (Carme Teatre), o el de Jerónimo Cornelles “(Theesome”) en Sala Russafa, no lo han podido hacer. El teatro en vivo ha bajado el telón con consecuencias que aún no se han valorado en cifras. La supervivencia de algunas compañías del sector, que ya estaban al borde del abismo, peligra. La situación es muy complicada porque las salas se programan con mucha antelación y resulta difícil mover fechas, aplazar exhibiciones de espectáculos. El daño económico y artístico puede ser descomunal.Por otro lado, están los próximos festivales, “Dansa València”, “Festival 10 Sentidos”, “Cabanyal Íntim”, es imposible realizar pronósticos a estas fechas sobre qué será de ellos, de todo el esfuerzo que hay detrás. Primero tendrá que terminar la fase de Alarma, pero después habrá que tomar
muchas precauciones y de modo muy gradual se irán despertando las salas y coliseos. Sin embargo, para contrarestar este tiempo del Diablo, este abismo cuyo desenlace buscamos en vano, para no descender en el Maelstöm, del que habla Poe, numerosas webs nos ofrecen teatro online, tanto teatro para leer como teatro para ver: El CDN (Teatroteca) con más de 1.500 títulos, el TNC (El TNC a casa, textos y espectáculos) o el IVC (#QuedatACasa), por destacar tres, aunque hay más, como el Teatre Lliure (#LliureAlSofà) o el Teatro Olympia, de València. Además, en #ArolaEditors, el TNC da acceso a un total de 60 de textos teatrales. La semana pasada pude emocionarme con “Jane Eyre”. Esta mañana he podido disfrutar de la comedia de Claudio Tolcachir, “El viento en un violín”, una delicia. Hace falta reirse, aprender y pasarlo bien. El Pavón Teatro Kamikaze en casa ofrece algunos espectáculos, lecturas y contenidos, donde podemos ver “La función por hacer”, una adaptación de Pirandelllo a cargo de Miguel del Arco y Aitor Tejada, por ejemplo. La Abadia (#TeatroConfinado) ofrece un encuentro telemático en directo, proyecto experimental para el que hay que inscribirse ya que participan un número reducido de espectadores. Claro que el teatro enlatado pierde la inmediatez, el respirar juntos en una sala, la interacción de sonidos y silencios que llega al escenario y que los actores devuelven a la sala, o viceversa, la fisicidad, el temblor de la carne, el sudor y lo inquietante de la
oscuridad compartida. Pero también nos ahorramos los ruidos de los espectadores poco civilizados. También es cierto que las grabaciones no son siempre óptimas, que hay escenas cuya magia se pierde, que la música tapa las voces o que la mirada está sometida a la cámara o a la edición del video y no puede ver lo que quiere. Me pregunto ¿cuál es el futuro del teatro online? ¿qué campo queda por explorar a los creadores del arte escénico? ¿Cómo serán las propuestas teatrales futuras que incluyan esta modalidad para personas confinadas por diversos motivos? Sin duda preguntas que hay que explorar más adelante, cuando todo esto se diluya y volvamos a pisar los espacios teatrales o teatralizados, cuando los creadores y los espectadores se vuelvan a encontrar cara a cara. Esperemos que desde las administraciones se esté trabajando en un plan de emergencia que socorra a los artistas, a las compañías y a las profesiones que trabajan para que los espectadores podamos disfurtar del teatro en vivo.