“Es la serie del año”. A menudo me aterran este tipo de afirmaciones manidas, muchas veces son exageradas, generan grandes expectativas, desconfianza, son un riesgo. Pero también mentiría si digo que no me alegra ver el entusiasmo con el que a veces se reciben ciertas ficciones, otra cosa es que lo deseable sería que ese fervor inicial durara más allá de las primeras semanas o días de su estreno. Esto me ha ocurrido recientemente con 30 monedas, la nueva y esperada serie de Álex de la Iglesia (escrita junto a su habitual compañero Jorge Guerricaechevarría), estrenada el pasado domingo en HBO. Me ilusiona ver la expectación que ha generado en redes, las buenas críticas que ya ha tenido, el debate que ha generado dentro y fuera de Internet, la admiración hacia el cine de su director, la posibilidad de que en algunos espectadores despierte la curiosidad por ver más cine fantástico y de terror, que nos impulse a ver más cine, a hablar y a escribir sobre él.
Con el cine de Álex de la Iglesia me suelen pasar algunas de las cosas que más me gustan de una ficción. Sus películas me entretienen, disfruto de ellas, me hacen reír y llorar, y, con el tiempo, las recuerdo, vuelvo a ellas y me llevan a ver otras películas. Ahora que ya han pasado unos días desde que vi por primera vez el primer capítulo de la serie -por el momento, el único disponible en la plataforma-, sigo pensando en muchas de sus secuencias, imágenes, asuntos e ideas que me suscitó y suscita, he vuelto una y otra vez a ciertas secuencias que han quedado grabadas en mis retinas. Sin ir más lejos, el arranque de la serie, sus imágenes y motivos (acción en estado puro y un bebé nacido de una vaca) ya es toda una declaración de lo que luego vendrá y posiblemente está por venir. Suspense, violencia, nervio y tensión frenética, motivos fantásticos y de terror, sangre, religión, giros inesperados, hechos espeluznantes y delirantes, monstruos impactantes, diablos, zombis, personajes cómicos y al tiempo terroríficos, sátira y realismo extremo y oscuro: es decir, el imaginario de de la Iglesia concentrado, pero esta vez, posiblemente con más presupuesto que nunca, lo cual suele traducirse y así ha sido en este caso (como él mismo ha reconocido en varias entrevistas) en más libertad de creación.
Este primer capítulo, tanto en el fondo como en la forma, nos introduce el hilo conductor y en el universo de la serie: 2000 años después de la legendaria traición de Judas a Jesucristo por 30 monedas, una de ellas aparece en Pedraza (un pueblo de Segovia, de la “España vacía”), lo cual desencadena una serie de hechos sobrenaturales y demenciales que parecen ocultar ciertos secretos y conspiraciones de las élites del poder religioso (el Vaticano) y que suponen la puesta a prueba de la humanidad, o por lo menos, de los habitantes del pueblo en el que transcurren estos hechos. A partir de este argumento que ya genera intriga, de la Iglesia construye todo un extraordinario entramado de ficción que mezcla elementos e influencias de distintos géneros y tradiciones, gótico rural épico y horror cósmico, aventuras, costumbrismo y humor negro.