Cartelera Turia

PANTALLA EN BLANCO: EL CINE QUE…¿NOS CONCIENCIA?

GERADO LEÓN: Entre las muchas conversaciones que surgieron alrededor del programa de la pasada edición del festival LABdeseries celebrado en Valencia este mes de abril, hubo una que me llamó especialmente la atención.

El debate nos sitúa en el contexto de una de las ponencias en torno a cómo representan las series televisivas el acoso escolar. Dejando al margen tramas particulares, el nudo de la charla discurrió alrededor de la necesidad o pertinencia del audiovisual a la hora de concienciar a la sociedad sobre ciertos asuntos de interés público. ¿Abren las series o el cine nuestra conciencia social?, sería la pregunta.

El coloquio venía al pelo del reciente estreno de la serie ‘Adolescencia’, último e inesperado éxito de la plataforma Netflix. Tres series españolas abordaban, de una manera o de otra, la misma cuestión: ‘Red flags’, ‘Invisible’ y ‘La caja de arena’, dos producidas por Atresmedia y una por la multinacional Disney. Todas las series habían sido realizadas en el plazo de los dos últimos años.
¿A qué responde este interés por la temática?, cabría interrogarse. Pero, sobre todo, me preguntaba (y pregunté a los ponentes) si acaso esta saturación de productos audiovisuales sobre esta y otras cuestiones relacionadas con la juventud, no podría dar, por pura acumulación, una visión distorsionada de la misma.

Al menos desde el ya lejano estreno de ‘Kids’ (Larry Clark, 1995), el retrato de cada generación de jóvenes de las últimas décadas ha estado emborronado por un halo de oscurantismo reflejado en los comportamientos más extremos (sexo, drogas, violencia generalizada). La juventud como fuente de conflictos, claro, pero quizá de una manera algo deformada con respecto a lo que nos sugiere la realidad. De hecho, años después descubriríamos que el proceso de producción de la película de Clark había estado lleno de episodios de abusos por parte del director, que empujó a sus actores a conductas mucho más desmedidas de las que practicaban los chicos, alguno de los cuales llegó hasta el suicidio al no poder superar la experiencia del rodaje de una película que les marcaría para siempre, tal y como mostró el documental ‘Una vez fuimos kids’ (Eddie Martin, 2021) sobre la película que hizo famoso a Clark. Es decir, que la juventud neoyorkina de aquellos años se drogaba, sí. Practicaba sexo, también. Pero no hasta los extremos de radical degradación que Clark retrataba en su película. Un estigma que sufrirían los jóvenes de todas las generaciones posteriores.

Ante la pregunta, creo que pertinente, sobre si la ficción audiovisual no puede crear más alarma social que conciencia colectiva, hubo dos tipos de respuesta. Una, la oficial/promocional y otra algo más subversiva. Fue Virginia Yagüe, guionista de ‘Invisble’, quien señaló a los productores de las plataformas como responsables de esa saturación de tramas y la ausencia de una verdadera diversidad de géneros y estilos en la programación que permitiera mostrar una visión más amplia de la juventud. Sin negar el problema, que existe, del abuso escolar, cabría discernir hasta qué punto esa imagen que nos transmiten las series y las películas no está interesadamente desfigurada. Algo parecido afirmaría la también guionista Anaïs Schaff en la anterior edición del certamen a propósito de la admisión de cotas de representación, más o menos inclusivas, en las series. Para Schaff, el tema no respondía a una toma de conciencia de la industria por la necesidad de tratar ciertas temáticas (de género, lgtbi, etc.), sino del puro y simple oportunismo, estamos hablamos de negocio.

Esta semana, un reportaje publicado en el periódico El país describía la reacción de los jóvenes de un instituto de Sagunto sobre la serie ‘Adolescencia’. De acuerdo con la crónica, para los chicos, la ficción mostraba una visión exagerada de su mundo y consideraban que la serie estaba más dirigida al público adulto que a ellos. Es decir, que no se reconocían ni culturalmente ni en los comportamientos que describía la serie.

No cabe duda que la expansión de las redes sociales es un asunto sociológico que hay que abordar, pero quizá habría también que preguntarse si, a la hora de tratar ciertos debates, la ficción audiovisual ayuda realmente a despertar nuestra conciencia o si acaso no nos mete más miedo en el cuerpo. Un miedo que nos engancha a la pantalla, pero que no arregla nada de fondo.

 

 

 

 

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