INMA GARÍN: Hacía tiempo que no me reía tan a gusto. Tributo, es un divertidísimo estudio del fracaso, del deseo de volver a empezar, interpretado por Leo de Bari y el propio Xavo Giménez. El primero es Lucho, el segundo Víctor, dos roqueros de cincuenta años que quieren insuflar nueva vida a su banda. En realidad es un homenaje a los diez años de la Compañía La Teta Calva, fundada por María Cárdenas, dramaturga del espectáculo y recientemente fallecida. La obra parte del silencio y de la necesidad de escuchar.
El vínculo entre los dos intérpretes es fuerte y da sus frutos enseguida. Se entienden a la perfección y han trabajado de lo lindo para obtener un resultado de diez. Los ritmos de la comedia están perfilados al segundo y el interés no decae en esa sala de ensayos que simula el espacio escénico, con una batería, un micro y una guitarra, delante de las hueveras que levantan las tres paredes. La banda nos mete en el bolsillo primero con los títulos de canciones. Son la monda.
El espectador es invitado a participar en algunas ocasiones, y lo logran. Hay crítica sociopolítica y autocrítica. Ingenio afilado. Sátira mordaz. Ironía a raudales. El histrionismo galopa a toda pastilla en el gesto, en el cuerpo, en el fabuloso vestuario.
Cuando la escena cambia con las pelucas, la acción da un giro importante. Se vueve aún más desternillante. El lenguaje físico y corporal más estridente, clownesco, las viejas glorias no son tan viejas. De promesas nada. Otros grupos están en alza y el escenario del Festival los arroja fuera, a un espacio marginal, los sueños se hacen añicos. Hay que volver a generar ilusión: ¿y si hacemos camisetas? Merchandising. Chapas. Lo que sea con tal de levantarse y volver a ensayar. Recomponer el repertorio.
La realidad se impone. Hay un nuevo giro que ensombrece la atmósfera. El olvido parece imponerse. Los gags se suceden. La teatralidad es una constante en todo lo que ofrecen. Dominan el lenguaje. La música, la voz, la guitarra y la batería logran todo lo demás, que este espectáculo sea algo sin igual. Ha contado con la asesoría musical de Marcelo Lemos y Carles Chiner.
Una oda al paso del tiempo. Un estímulo para volverse a levantar, pese a lo que acabamos de dejar atrás. La comedia tuvo una estupenda acogida en el Teatro Rialto. Esperemos que la obra circule y llegue a un amplio público.